No hay dos personas iguales, no somos iguales para nada y para la felicidad tampoco. Hay distintos grados de optimismo, distintos grados de plenitud y distintos grados de felicidad pero, si lo llevamos hasta los extremos podemos hablar de dos tipos de personas, aquellas que buscan fallos y aquellas que buscan beneficios.

Del primer tipo seguro que todos tenemos un ejemplo. Es la persona para la que todo está mal, la que solo se fija en lo que no funciona, la que aunque esté en la playa más maravillosa del mundo toda su atención estará en lo incómodo que es tener la arena pegada al cuerpo. Es aquella que ve el problema siempre fuera. Ha cambiado varias veces de trabajo, de pareja, de ciudad y sigue sin ser feliz.

Al otro lado se encuentra los que ven los beneficios. Los que son capaces de ver lo bueno de las cosas. Este grupo ya es más escaso y está formado por esos raros especímenes que son capaces de ver lo extraordinario en cada persona y en cada experiencia.

No significa que no vean los fallos, eso significaría esta fuera de la realidad. Significa que son capaces de balancear las cosas positivas y las negativas de la vida.

Desgraciadamente la mayor parte de las personas estamos desequilibrados hacia la negatividad. Teniendo tantas cosas maravillosas a nuestro alrededor somos incapaces de verlas, tenemos el foco puesto en lo que no funciona y no apreciamos lo que si tenemos.

A ser un buscador de beneficios es algo que todos podemos aprender. No es algo complicado pero si es algo a lo que no estamos acostumbrados. Tenemos que ser capaces de cambiar el foco y en lugar de ver el fallo en todo lo que nos rodea empezar a descubrir lo extraordinario empezando por nosotros mismos y aprender a apreciarlo.

Cuando empezamos a ser conscientes de la cantidad de cosas buenas que tenemos, cuando somos capaces de apreciarlas, más cosas buenas aparecen en nuestra vida. Esto no tiene nada que ver con el poder de la atracción, simplemente tiene que ver con saber mirar, porque lo bueno está ahí aunque haya quien se empeñe en no verlo.

Parafraseando a Tal Ben Shahar, “si las estrellas solo salieran una vez cada 10 años todos nos sentiríamos abrumados por su belleza”.

Algo que te puede ayudar:

Todas las noches dedica 10 minutos a pensar en tres cosas que te hayan pasado ese día y por las que te puedas sentir agradecido.

No tienen que ser grandes cosas: que ha salido el sol, que has disfrutado de un rato estupendo con tus amigos…

Haz de ese ejercicio un hábito y te darás cuenta de como cambia tu visión de la vida. Te habrás incorporado al grupo de los extraños y felices buscadores de beneficios y no será algo que hagas durante los 10 minutos que dura el ejercicio sino que pasarás el día buscando cosas buenas para poder escribirlas por la noche.

Además, te dormirás con una sonrisa en los labios y con la sensación de que el día ha merecido la pena.