¿Te has fijado cuánta gente pasea por mundo con careta?

Son muchas las personas que tienen miedo de mostrarse como realmente son y se fabrican identidades detrás de las que se esconden. Muchas de ellas van de duras, de fuertes, de comerse el mundo y lo que hay debajo de la careta es alguien tímido e inseguro.

¿Qué ganan con esa falsa identidad? Ganar, ganar… ganan poco, ya que no es difícil descubrir el engaño pero, lo que en cierta medida si consiguen es evitar el dolor que les puede producir mostrar su vulnerabilidad y ser rechazados.

Fabricar una imagen es la manera más común de esconder nuestras debilidades y de proteger nuestra vulnerabilidad. Nos permite ocultamos detrás de una fachada e interpretamos lo que consideramos como la mejor versión de nosotros mismos.

El miedo al rechazo es un sentimiento que la gran mayoría de las personas tenemos en mayor o menor medida. Todos, en algún momento hemos adornado la realidad para hacernos, a nuestros ojos, merecedores de la aprobación de quienes nos rodean.

El problema no es haberlo hecho alguna vez, el problema es hacer de esta careta una falsa identidad que nos acabemos creyendo. Tener la necesidad de impresionar y pretender ser quien no somos, es consecuencia de sentir que no somos lo suficientemente buenos y es, generalmente, síntoma de inseguridad y de baja autoestima

Tener una autoestima sana es el primer paso para llevar una vida saludable y feliz. Nathaniel Branden, psicólogo canadiense y estudioso de la autoestima, la define como “el sentimiento de ser competente para enfrentarse con los retos de la vida y merecedor de ser feliz”

Nuestra autoestima empieza a generase en al infancia y se relaciona con la retroalimentación positiva que hayamos recibido, si bien, tiene que estar fundamentada en la realidad, es decir, tiene que ser una valoración positiva de nuestra forma de ser sin caretas, ya que, cuando nos escondemos tras la fachada ideal, cualquier retroalimentación, positiva o negativa, iría dirigida a quien fingimos ser y no a quien somos realmente.

Por eso, aunque, inicialmente, crearnos una identidad perfecta nos pudiera parecer la solución para esconder aquello que no nos gusta de nosotros mismos, a la larga no haría más que contribuir a disminuir un nivel de autoestima ya escaso.

No podemos sentirnos realmente valorados si no nos atrevamos a mostrarnos como verdaderamente somos y para eso se necesita una gran dosis de coraje. No resulta fácil compartir nuestra vulnerabilidad sin preocuparnos de cómo vamos a ser percibidos.

Se necesita coraje para defender nuestros valores, para ser consecuente con nuestros principios, para compartir nuestras opiniones y para mostrar nuestros sentimientos. Es posible que nuestra autenticidad levante ampollas y que no sea bien acogida por todo el mundo, pero seguro que por perfecta que sea la identidad que nos fabriquemos, también habrá quien le ponga pegas.

Atrévete a ser tú, deja de intentar ser quién no eres y descubre que hay pocas cosas resultan más atrayentes que una persona que se siente a gusto en su propia piel.