“La amistad duplica la alegría y reduce el dolor a la mitad” – Francis Bacon

 

En el marco de la psicología positiva,  los diferentes estudios realizados para determinar que es lo que nos hace más felices,  reflejan que el tener una amplia red de relaciones, es el factor más determinante en el nivel de felicidad.

En palabras de Eric Klineberg, sociólogo y profesor de la Universidad e Nueva York,  “las relaciones sociales son más determinantes en el nivel de felicidad que el dinero.”

Las relaciones sociales no solo afectan a nuestro nivel de felicidad sino que, por la conexión cuerpo mente, también afectan a nuestras salud.

No solo importa al cantidad de las relaciones, también la calidad de las mismas. Necesitamos amigos reales, no amigos de Facebook. En la era digital que actualmente vivimos, los amigos digitales sustituyen, en gran medida, a los amigos físicos y la calidad de las relaciones se ha visto enormemente deteriorada.

Los amigos íntimos, aquellos con los que nos relacionamos cara a cara y compartimos alegrías y penas, son una necesidad universal y en gran medida no tenemos tantos como debiéramos. Esto es algo que no solo nos afecta como individuos, sino que también afecta a la sociedad en su conjunto.

Existen estudios que prueban que las nuevas generaciones no tienen los mismos niveles de empatía que las generaciones anteriores. Según la psicóloga Sara Konranth, experta en el tema, “los estudiantes universitarios actuales tienen alrededor de un 40% menos de empatía que hace 20 o 30 años”. Estos resultados puede parecer alarmantes si pensamos en sus posibles consecuencias en el entendimiento futuro entre personas, países y razas

La empatía no es una característica con la que nazcamos. El ser capaces de ponernos en la piel de los demás, de entenderlos y dejarnos tocar por sus sentimientos, no es algo innato. Es una facultad que podemos y debemos desarrollar pero, para su correcto desarrollo, necesitamos el contacto físico y real con los demás.

La empatía empieza a generarse desde la infancia, en el parque, jugando con otros niños. La falta de tiempo hace que este tipo de juegos sea cada vez menos frecuente y en gran medida son sustituidos por amigos y juegos digitales.

Esto que comienza en la infancia, se mantiene e incrementa a la largo de nuestra adolescencia y se convierte en una manera nueva de vivir y de relacionarnos. No es extraño que alguien pase la noche escribiendo posts en Facebook o tuiteando mensajes para a sus cientos de amigos, pero, ese tiempo no puede sustituir la riqueza de que ofrecen las relaciones interpersonales.

Es posible que tengamos muchos más amigos que antes pero, por lo general, son amistades mucho menos profundas y esto también explica por qué el nivel de soledad va en aumento. La gran paradoja es que en la era de la comunicación, cuando todo está conectado, las personas estamos más desconectadas que nunca.