Todos conocemos la teoría de los objetivos. Saber donde queremos ir, no solo nos da foco sino que ademas aumenta nuestra sensación de bienestar, nos permite ser mas resilientes y nos ayuda a tener más éxito.
Quien más quien menos, todos tenemos nuestra vida atada a la consecución de una meta, sin embargo, la manera en que entendamos esta meta es precisamente lo que nos puede hacer más o menos felices.
De acuerdo con la teoría convencional, los objetivos son nuestro fin último: “Cuando llegues a alcanzarlo serás más feliz”. Contrariamente a lo que la mayoría de las personas piensan, esa es una de las principales causas de la infelicidad.
Desde nuestra infancia nos vemos empujados en una carrera sin fin para alcanzar unos objetivos determinados: calificaciones, notas, trabajos, puestos, dinero, casas, … Vivimos empujados hacia una espiral de consecución de metas como clave imprescindible para ser feliz.
Sin embargo, la desilusión llega cuando te das cuenta que el haberlo conseguido todo no te aporta una mayor felicidad a largo plazo. Este es el momento en que muchas personas dan un giro radical en su vida. Se dan cuenta de que alcanzar las metas no les da el bienestar que buscan y simplemente deciden desprenderse de ellas, limitarse a vivir el presente y dejarse llevar por lo que venga.
No tener planes, puede resultar agradable durante un tiempo pero pasado ese tiempo inicial deja de ser agradable para convertirse en frustrante. Los seres humanos, necesitamos tener metas, algo por lo que esforzarnos, algo por lo que luchar. Crear una familia, empezar un negocio… Todo vale, siempre que sea algo importante y con sentido para nosotros. Cuando no sabemos a donde queremos llegar, la duda, la indecisión y el miedo a no estar haciendo lo correcto nos impide relajarnos y disfrutar.
Tener una meta en la vida es fundamental para ser feliz, pero la manera en que entendamos esa meta es lo que marca la diferencia. La meta de todas las metas, el propósito de tener un propósito, es liberarnos de cualquier tensión para permitirnos vivir el presente, el aquí y el ahora.
Los objetivos son un medio, una estructura que nos aporta la tranquilidad y la paz de espíritu que necesitamos para poder disfrutar el camino. Saber a que pico quiero subir, me libera para disfrutar el paisaje, para tomar atajos o dar rodeos y también para cambiar de dirección si veo otro pico que me gusta más.
Utilizando palabras de Tal Ben Shahar, “la felicidad no está en alcanzar una cima, ni en deambular al azar por la montaña, la felicidad está en la experiencia del camino mientras escalamos hacia la cima”
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