Vivimos en un mundo cada vez más complejo. La sociedad, nuestro trabajo, la vida en general demanda más y más de nosotros, sometiéndonos a una presión cada vez mayor.

Una de nuestras mayores preocupaciones es encontrar la manera de hacer más y más cosas en cada vez menos tiempo. La sensación de estar todo el tiempo haciendo, sin tener apenas tiempo para pensar si lo que hacemos es lo correcto, nos mete un un bucle del que resulta difícil salir.

La falta de tiempo se ha convertido en el mal principal de nuestra sociedad y es el que nos genera mayor estrés y frustración.

En contra de lo que muchos piensan, el trabajar bajo presión no genera mejores resultados. Un estudio realizado por Teresa Amabile, Constance Hadley y Steven Kramer y publicado en Harvard Business Review, (Creativity under the gun) ha acabado con este mito.

“El trabajo bajo presión puede hacer que la gente trabaje más horas e incluso puede hacer que sean capaces de sacar más trabajo, pero la calidad del mismo será muy inferior a la que podría alcanzarse en unas condiciones de trabajo normales.

Y lo que todavía es peor, la resaca de los días en los que se ha trabajado sometido a una gran presión, se extiende en el tiempo y se mantiene varios días después de que la presión se haya reducido”.

El tiempo es un recurso limitado, el día tiene solo 24 horas, y eso es algo que no va a variar. La manera de salir del bucle en el que nos encontramos inmersos pasa por un único camino, simplificar nuestras vidas y aprender a decir no más a menudo, tanto a personas como a actividades.

Tendremos mucho que ganar, tanto en bienestar como en productividad, si aprendemos a priorizar, a separar lo que realmente es importante de lo que no lo es y dejamos pasar el resto.