Hacer cambios resulta difícil. Cambiar nuestro comportamiento hay veces que es nos resulta extremadamente duro. Por mucho que trabajemos en el desarrollo de nuestra fuerza de voluntad, hay en ocasiones que  implementar nuevas actividades, como empezar a hacer deporte o llevar una vida más saludable, se convierten en un reto imposible de alcanzar y fallamos estrepitosamente una vez tras otra.

Jim Loehr y Tony Schwartz en su libro «The Power of Full Engagement», proponen solventar este problema creando un hábito de ese comportamiento que intentamos instalar en nuestro día a día, entendiendo por hábito “un ritual específico y diario que se realiza a determinadas horas del día y que viene fundamentado en uno de nuestros principales valores”.

Para la mayoría de nosotros, lavarnos los dientes al menos dos veces al día se ha convertido en un hábito. Es un acto rutinario cuya consecución no nos supone ningún esfuerzo. Crear nuevas rutinas puede ser complicado al principio pero, una vez iniciado, la costumbre juega nuestro favor. ¡Todos sabemos lo difícil que es cambiar de hábitos!

Algunas personas son reacias a introducir más rutinas en su vida por miedo a que esto les lleve a perder espontaneidad y creatividad, pero, si quieres introducir nuevas actividades en tu vida, como por ejemplo, ir al gimnasio tres días por semana o ir al cine con tu pareja una vez cada 15 días, tienes que hacer de esto un hábito rutinario con unos tiempos fijados en tu agenda.

Es fácil ver lo que es importante para alguien mirando su agenda. Si no tiene un espacio reservado en la agenda, a mucho que te digan lo contrario, no es algo importante. Normalmente la cosas que no están agendadas no llegan a materializarse nunca y en lugar de ser por eso más espontáneos, nos limitaremos a reaccionar ante las demandas de los demás que serán los que nos fijen nuestras actividades y dispongan de nuestro tiempo.