El principio del año es probablemente el momento más apropiado para dibujar nuestros grandes sueños. Quien más o quien menos, todos, utilizamos estos días para planificar los próximos 12 meses y seguro que tú, igual que yo, has hecho en alguna ocasión una lista con esos objetivos que te gustaría alcanzar durante el año que estrenamos.

En la mayoría de los casos, con el transcurso de las semanas, por no decir de los días, la lista queda relegada a lo más profundo de un cajón y con ella nuestros buenos propósitos. En otros casos, los menos, esos buenos propósitos se trabajan y se persiguen y antes de acabar el plazo marcado están superados con creces.

¿Qué es lo que ha marcado la diferencia? Para mi la diferencia la marcan tres palabras : Claridad, Acción y Constancia.

Claridad
De nada sirve elaborar una lista de deseos si no defines un camino par alcanzarlos. Si quieres llegar a algún sitio necesitas planificar la ruta. Por eso no solo tenemos que saber que es lo que queremos lograr, sino como queremos hacerlo.

Acción
La consecución de cualquier objetivo pasa por empezar a actuar, por ponerte en marcha para llevarlo a acabo.

Por esto si quieres formar parte de ese pequeño grupo que acaba el año con sus objetivos cumplidos: ¡Actúa! Nada pasará hasta que no te pongas en marcha.

Si quieres ganar una carrera, empieza a correr
Si quieres tener una gran relación empieza a crearla
Si quieres hacer un gran trabajo, remángate y empieza a hacerlo.
Si quieres alcanzar tu meta, empieza a caminar hacia ella.

Constancia
Y una vez que hayas roto la inercia de la inactividad, sé obsesivamente constante. Lo más difícil es iniciar el movimiento pero, una vez iniciado, queda todavía la labor de evitar que pare y guiarlo en la dirección correcta.

El secreto no está en hacer algo grande una vez al año. Ni siquiera en hacer algo grande una vez al mes. El secreto está en hacer algo todos los días, dar pequeños pasos diarios en la dirección correcta hasta que finalmente, la constancia, te lleve a cumplir tus sueños.