No es nada nuevo que os recuerde que la vida no es siempre bonita, que por mucho que nos empeñemos los problemas aparecen y el dolor también. Esa es la parte menos bonita de la vida, pero no sirve de nada hacer como si no existiera.

No hay ninguna vida en la que no haya momentos de dolor, momentos de pesar, momentos de tristeza. Hay incluso días en que nos parece que el mundo es tan injusto que nunca seremos capaces de salir del agujero en el que nos encontramos.

Podemos estar hablando de una separación, de un despido, de una pérdida… Cualquier cosa que nos saque de nuestro mundo conocido y nos sitúe cara a cara con la incertidumbre de lo desconocido.

La vida puede darnos un millón de sorpresas no deseadas, momentos en que nos parece imposible continuar andando, momentos en los que nos gustaría escondernos debajo de las sábanas, o que, por el contrario, nos gustaría salir corriendo y desaparecer. Todo esto pasa.

Todos hemos tenido momentos así. Momentos en los que el dolor, la tristeza ó el miedo nos bloquean y nos sentimos perdidos.

Y no hay nada malo en eso, realmente estamos perdidos. No sabemos que hacer y no tenemos que hacer nada. Cuando la vida te deja ver su peor parte, lo único que debes hacer es respirar y darte tiempo. Respirar y dejar que el tiempo nos cure.

No nos gusta vivir las emociones negativas. Preferimos ignorarlas y esperamos que por el hecho de no hacerlas caso desaparecerán. Siento desilusionarte, pero las emociones no funcionan así. Intentar evitarlas solo sirve para hacer que se enquisten, que se vuelvan más grandes y más poderosas, hasta el momento en que se adueñan de todo y tiñen nuestra vida entera con dolor, ira, tristeza, ansiedad….

Sólo si eres capaz de reconocerlas harás que se empiecen a diluir. Date permiso para sentirlas, déjalas su hueco, no luches contra ellas y respira, respira hasta que poco a poco se suavicen.

Aprende a separar emoción y comportamiento. Las emociones simplemente son. Puede que no nos resulten agradables, que no nos guste como nos hacen sentir, pero no son ni buenas ni malas. Son lo que nos toca vivir en cada momento. Lo que decidamos hacer con ellas, el comportamiento que tengamos a partir de ellas, sí puede marcar la diferencia.

Aprende a ver la parte más luminosa del día y date permiso para sentirte reconfortado por ella. Por malo que sea el día siempre tiene una momento menos malo. No te sientas culpable por verlo, ni por dejar que ese momento de luz te reconforte.

Cuando somos capaces de sentir, somos capaces de sentir lo bueno y lo malo e incluso todo junto al mismo tiempo. Puedes sentir tristeza y agradecimiento hacia aquellos que están contigo intentando darte consuelo, o ansiedad por un nuevo proyecto e ilusión por el futuro. Aunque estés atravesando un mal momento no todo el tiempo es malo. No te niegues las emociones positivas, que seas capaz de sentirlas a pesar del dolor, no hace que seas raro, ni mala persona.

Y sobre todo, repítete una y mil veces “esto también pasará”. Todo pasa y los malos momentos también. No hay un tiempo determinado, cada cual tiene el suyo. Puede ser más largo o más corto, pero llega un día en que te darás cuenta de que ha pasado.

El bloqueo inicial ha dado paso a otra cosa, a algo distinto con lo que puedes seguir viviendo, a algo que te ha hecho más fuerte, más humano, más vulnerable y generalmente mejor persona.