¿Cuántas de tus creencias son propias y cuántas son heredadas, instaladas en tu mente desde la infancia?

Pocos o ninguno de nuestros pensamientos son originales. La mayor parte de lo que creemos, pensamos, decimos y defendemos como nuestro, no es más que una adaptación de una creencia generalizada en la sociedad y que aceptamos sin llegar a cuestionar.

Así, se han generado una serie de mitos sobre los temas más diversos que pasamos de generación en generación sin ni siquiera cuestionarnos si tienen ya alguna validez en el mundo en que vivimos.

La felicidad es uno de los temas que más mitos ha generado y creer en ellos puede resultar peligroso. Sonja Lyubomirsky en su libro “The Miths of Happiness» señala como el primero y principal el hecho de creer que determinados acontecimientos pueden hacerte feliz o infeliz de por vida.

Todos tenemos unas ideas preconcebidas sobre lo que nos va a hacer felices o infelices, pero, aunque haya cosas que creamos que nos pueden cambiar la vida para bien o para mal, es realmente nuestra reacción hacia esas cosas lo que gobierna la repercusión que tenga en nuestras vidas.

Tenemos unas serie de acontecimientos etiquetados como buenos o malos, pero la verdad es que pueden parecer una cosa y acabar siendo todo lo contrario.

Si piensas en que ha sido lo peor que te ha pasado durante un determinado periodo y, a continuación, en que ha sido lo mejor que te ha pasado durante ese mismo periodo, te darás cuenta de que, en muchos casos, te estás refiriendo exactamente a lo mismo.

Nuestras expectativas sobre lo que nos hará felices o infelices, pueden hacer que transiciones normales de la vida se conviertan en profundas crisis emocionales o pueden predisponernos para tomar decisiones equivocadas.

Por ejemplo, la búsqueda de un específico príncipe azul o de un trabajo determinado, nos puede llevar a no considerar personas y trabajos mucho más acordes con nosotros mismos que nos podrían hacer mucho más felices.

Acabar con los mitos de la felicidad implica reconocer que la única fórmula mágica para ser feliz está en nuestras manos, y se fundamenta en como reaccionamos a nuestro entorno y a los acontecimientos que van surgiendo. Reconocer esta realidad nos deja sin nadie a quien culpar y, al mismo tiempo, nos libera y nos empodera para ampliar nuestros horizontes.